No se busca la textura del placer máximo porque no existe.
Es la crema gomosa, pegajosa, de mi miserable excitación.
Y una imaginación animal.
Tocarme hasta descomponerme.
Se valida todo. Se permite demasiado.
En el lugar que sea. El respeto olvidado.
Y el desamor.
Y la desesperación.
Y el enrojecimiento.
Una higiene justa con olores efectivos.
Comunicaciones nocturnas con mi pasado.
Para reciclar y recordar la pérdida de las formas.
Con la experiencia en mi sombra.
¡Soy el peor de todos!
Martín González Robles.-