miércoles, 30 de enero de 2013

La espera

La espera siempre formó parte de la vida ¿y yo quién soy para matarla?

Reviso, me aviso, me analizo, no es liso ni lo mismo.

Hoy busco una resignificación en mi terapia. Llevo ocho meses de tratamiento terapéutico en los que he logrado grandes cambios pero tanto mismo de estancamiento.

Plantearlo, hablarlo, decirlo, vomitarlo.

Hablando de esperas, nadie sabe qué se espera hasta que se comunica.

Comunicar es la tarea menos fácil de los seres humanos pero cuando lo hacemos, nos curamos, aliviamos y seguimos.

Espero, me entero, desespero, no me muero, sigo acá y busco que te busco, hasta que encuentro, me encuentro y vuelvo a buscar.

Se trata de vivir, ¿vio?

lunes, 14 de enero de 2013

Consumo tu frío

Este texto lo escribí un día que tenía mucho dolor en el cuerpo. Un día que estaba sufriendo por amor. Un día que tenía mucho frío, como el de morirme de amor. Se los regalo, como todo lo que escribo:


Consumo tu frío porque de él me valgo, porque se desparrama por cada lugar de este cuerpo entregado al tuyo. No quiero calor, no me sirve, nada me sirve si no es con vos.

Si apoyo mi nariz en el teléfono es para esperarte.

Estoy despedazado, desintegrado.

Esa imagen bordeada por el viento, la tuya, se acerca a la sombra de mi mano y me la adueño.

Quiero agarrar alambre y darte forma, cubrirte con diario cada rincón. Quiero que mi reconstrucción no termine. Quiero hacerte de verdad. Quiero mirar tus pies mientras los hago, ponerlos afuera para que tomen la temperatura que compartimos.

Cuando haya hecho tu torso, pasar la lengua y sentarme pensando en que no nos falta nada, ni vos, ni yo.

Mientras construyo tu cara empiezo a morirme, a hacerme invisible. ¡Sos tan hermoso!

Estás listo, lo logré, te reconstruí. Aseguraría que existís. Mi muñeco sos vos.

Ahora te agarro, te pongo debajo de mis brazos, bajo por las escaleras tan rápido como si no hubiera bajado nunca.

A partir de ahora no existe nada, ni el tiempo ni el respeto, solo una guitarra que emite un sonido, ese mismo que sonaba cuando me besaste en el medio de la nada, con la tierra seca de testigo.

Empiezo a correr, a no mirar, a no ser, a no tener más sed ni hambre, mirando adelante, sintiendo que falta poco, y más poco, y menos. ¡Falta tanto!

Derribo todo, todo. Derribo el cemento y lo verde. Quiero frío, quiero viento.

Empiezo a ver, a llorar, a olvidarme de mí, a pensar en vos, en mi objetivo encascarado, inminente.

Empiezo a verme, queda poco de mí, queda nada. Tu imagen sigue entre mis brazos.

Una persona que no reconocés toca la ventana de tu habitación. Te pido que me perdones por haberme destrozado y te digo: “Soy yo. Sí, yo, mi amor”.

Te muestro lo que construí, te ves reflejado en mi armazón de alambre y diario. Te das cuenta de mi frío y quemás mi muñeco, te quemás a vos mismo para darme calor, me abrazás y regás mi cuerpo con tu transpiración, como si fuese exactamente lo único que necesitaba.

Empiezo de a poco a tomar forma. Te lloro en el hombro.

Todo termina.

Ahora... en mi casa, fumo y veo cómo se consume mi cigarrillo imaginando mi amor, dándole lo que merece, extrañando tu saliva.

Mi amor es maravilloso, no quiero dejar de sentirlo ni aún olvidándote. Creo que puedo seguir amándote hasta el fin, hasta sangrar por las uñas.

Te metería adentro mío. Todo es tan misterioso

Antes de dormir soy feliz porque sé que te voy a encontrar soñando, porque quiero continuar lo que siento y darle valor a mi pecho lastimado con agujas azules. 

Cuando a la mañana me despiertan las sirenas y el temblor de vidrios que provoca el tren, no me doy cuenta que tengo lágrimas enlatadas en mis mejillas, las seco con mi almohada y después me duermo sobre ellas volviendo a recuperar la felicidad que me produce generar emociones por vos.

Me animo a pensar en cosas prohibidas, te quiero para mí.

Te invito a mi espacio, te lo regalo, te regalo todo lo que tengo. Vení sin avisarme, hacé de mí lo que quieras.



Martín González Robles
Capital Federal, 31 de octubre de 2.005.
Primavera.