domingo, 10 de septiembre de 2017

Amor fijo


Escribí este texto a partir de una premisa: el amor. Me convocó Eliana Bustos, una vez más, para participar de la Exposición Pensamientos Oxymorón. Estaba de viaje en Europa por rutas españolas cuando nació y lo terminé ya en casa, en Buenos Aires.



AMOR FIJO
El amor no va, ni viene. Porque el amor no es un vaivén.

El amor es apenas un poco más grande que nuestros brazos extendidos, por eso es imposible agarrarlo. ¿A quién se le ocurre tocar al amor?

El amor no va hacia la izquierda, ni hacia la derecha, ni arriba, ni abajo. Va recto, tieso, va en punta, sin preocupación por un estampido.

El amor es una chica sentada en una silla de plástico blanca al lado de una ruta soleada esperando que un hombre la haga huir de su pueblito medieval sobre una colina, un lugar que para muchos es un encanto para fotografiar, pero para ella es un infierno.

El amor a veces ruge cual ronquido insoportable para vos, pero no para mí. Porque si amo, puedo dormir al lado de un taladro intermitente.

El amor no se transfiere, por más que así lo quisiésemos.

El amor no necesita manijas de las que agarrarse porque no conoce el miedo, no es como vos, mucho menos como yo.

El amor no mata, lo que mata es el cáncer que después se transforma en reposo para ser despedido en una sala velatoria con el nombre y la foto de aquel que se lleva tu amor.

El amor es una naranja exprimida para beberla con dos hielos en el vagón restaurante de un tren que viaja sobre la orilla del mar.

El amor muerde, lame, susurra, te pasa por el lóbulo de la oreja, baja por el cuello, reposa en el ombligo, te hace nadar sobre fluidos sagrados, se abre entre dos rocas rojas con la fuerza del torrente de dos amantes; y el resultado es una porción de ese amor al que hay que criar y educar.

El amor está por encima de nosotros mismos, no hay nada que nos proteja más, ni nos aísle más, ni nos repela más a su antagonista: el odio; luchar contra el odio es batalla aburrida.

El amor son globos de todos los colores atados a un palo que sostiene un hombre fuerte que corre desnudo por una playa en penumbras.

El amor va en bicicleta por la ciudad recorriendo lugares donde exista el mejor café para sobrellevar el invierno.

El amor es adoptar a una gata albina sorda sin que te preocupe nada más.

El amor es viajar a la Patagonia y al volver tatuarte en el pecho tu cerro preferido.

El amor no mata mujeres.

El amor no desaparece hombres.

El amor no es corrupto.

El amor no es violencia.

El amor no sufre inflación.

El amor no consume cocaína.

El amor no tiene anorexia.

El amor no es mentira.

El amor no es egoísmo.

El amor no es abandono.

El amor no es xenofóbico, ni homofóbico.

AMOR. AMOR. AMOR. AMOR. AMOR. AMOR. AMOR. AMOR. Repetirlo tantas veces hasta no dejar de sentirlo.

El amor no tiene que salvar al mundo, nosotros tenemos que salvar al amor.




Martín González Robles.-
Andalucía y Buenos Aires
agosto y septiembre de 2017

domingo, 5 de marzo de 2017

Nosotros no somos el cuerpo


El cuerpo es el que banca, el que soporta, nosotros no somos el cuerpo. Nosotros somos caprichosos dispuestos a satisfacer todo tipo de necesidades aleatorias que dependen del ánimo, del instinto y ni hablar de lo emocional. Le metemos alcohol, drogas, comidas, le metemos de todo.

Nosotros no somos el cuerpo. El cuerpo banca, soporta y solo tenemos uno porque una es la vida y una es la oportunidad de vivir.

A mí me late una vena del cuello cada vez que algo de mi mente falla. Mi mente está fallada y estimo, creo, que la mente de todos padece de algún tipo de falla y esa falla se manifiesta a través de la sangre que pulsa y es constante, nada que ver a nosotros que un día somos amapolas y mañana margaritas. Nosotros no somos constantes y no nos interesa serlo. Ser constante no es naturaleza.

Las manos llevan las órdenes de lo que sucede ya mismo y nos ayudan a cumplir con lo terrenal. Las manos satisfacen deseos sexuales. Son tacto y orgasmo.

La garganta es una cascada en ebullición que tiene que estar siempre libre porque si se tapona no pasa nada, ni el amor, ni el odio, ni lo triste, ni lo sagrado.

La panza, lo digestivo, ahí sí que no hay joda, a pesar de que en jodas y despilfarros de necedades no es más que otra víctima de nosotros. Digerir es menester.

Los pies, qué lindos son los pies, qué lindo es tenerlos y que nos lleven, nos transporten.

Las piernas, ¿a quién no le gustan sus piernas?

El pecho, el que nos marca todo lo viril y lo femenino de nuestra existencia. Efímera existencia. Y si no, ¿por qué asociamos al cuerpo con la estética?: por efímeros.

¿El alma es el cuerpo? ¿Qué nos pesa más, el dolor o un plato de ravioles?

El cuerpo atraviesa todas las estaciones, convive con las temperaturas que nos congelan o nos calientan los deseos sin importar nada.

Al final de la vida el cuerpo es lo que queda y sin embargo ya es desecho. Porque en algún punto y por más que nos cueste asumirlo, somos desechables. Apenas si le importamos a una o dos personas, como mucho, como todo lo máximo. Y en eso hay algo de hermoso, esos pocos aman nuestro cuerpo. Más que el amor que uno mismo puede tenerse.

Y los espejos que están para reflejar más dudas que aciertos, porque caprichosos sí, ¿pero conformes? nunca.

Nosotros no somos el cuerpo. Dejémoslo en paz. Nos excedemos de autoritarios porque si nos trae algún malestar físico, le echamos la culpa de todo porque la culpa siempre es del cuerpo y no de nosotros. Por eso, nosotros no somos el cuerpo.

¿Entonces qué somos? Yo, en este momento, una noche de dudas.



Martín.
05 de marzo de 2017

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