domingo, 5 de marzo de 2017

Nosotros no somos el cuerpo


El cuerpo es el que banca, el que soporta, nosotros no somos el cuerpo. Nosotros somos caprichosos dispuestos a satisfacer todo tipo de necesidades aleatorias que dependen del ánimo, del instinto y ni hablar de lo emocional. Le metemos alcohol, drogas, comidas, le metemos de todo.

Nosotros no somos el cuerpo. El cuerpo banca, soporta y solo tenemos uno porque una es la vida y una es la oportunidad de vivir.

A mí me late una vena del cuello cada vez que algo de mi mente falla. Mi mente está fallada y estimo, creo, que la mente de todos padece de algún tipo de falla y esa falla se manifiesta a través de la sangre que pulsa y es constante, nada que ver a nosotros que un día somos amapolas y mañana margaritas. Nosotros no somos constantes y no nos interesa serlo. Ser constante no es naturaleza.

Las manos llevan las órdenes de lo que sucede ya mismo y nos ayudan a cumplir con lo terrenal. Las manos satisfacen deseos sexuales. Son tacto y orgasmo.

La garganta es una cascada en ebullición que tiene que estar siempre libre porque si se tapona no pasa nada, ni el amor, ni el odio, ni lo triste, ni lo sagrado.

La panza, lo digestivo, ahí sí que no hay joda, a pesar de que en jodas y despilfarros de necedades no es más que otra víctima de nosotros. Digerir es menester.

Los pies, qué lindos son los pies, qué lindo es tenerlos y que nos lleven, nos transporten.

Las piernas, ¿a quién no le gustan sus piernas?

El pecho, el que nos marca todo lo viril y lo femenino de nuestra existencia. Efímera existencia. Y si no, ¿por qué asociamos al cuerpo con la estética?: por efímeros.

¿El alma es el cuerpo? ¿Qué nos pesa más, el dolor o un plato de ravioles?

El cuerpo atraviesa todas las estaciones, convive con las temperaturas que nos congelan o nos calientan los deseos sin importar nada.

Al final de la vida el cuerpo es lo que queda y sin embargo ya es desecho. Porque en algún punto y por más que nos cueste asumirlo, somos desechables. Apenas si le importamos a una o dos personas, como mucho, como todo lo máximo. Y en eso hay algo de hermoso, esos pocos aman nuestro cuerpo. Más que el amor que uno mismo puede tenerse.

Y los espejos que están para reflejar más dudas que aciertos, porque caprichosos sí, ¿pero conformes? nunca.

Nosotros no somos el cuerpo. Dejémoslo en paz. Nos excedemos de autoritarios porque si nos trae algún malestar físico, le echamos la culpa de todo porque la culpa siempre es del cuerpo y no de nosotros. Por eso, nosotros no somos el cuerpo.

¿Entonces qué somos? Yo, en este momento, una noche de dudas.



Martín.
05 de marzo de 2017

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