sábado, 15 de diciembre de 2012

Lavándome a máquina

El miércoles de esta semana (12/12/12) fui a ver a Isol y Zypce en formato dúo. Ellos son dos hermanos que hacen música juntos con una gran sensibilidad y amor por lo que dan. Isol de un talante de otro espacio y Zypce un músico apasionado por lo que hace, lindo y un poco tosco. Conforman un dúo musical perfecto. ¿Será porque son hermanos? ¿Porque salieron de la misma panza? ¿Porque usan eso de la sangre que los une para unirse en otros ámbitos? ¿Qué de místico los envuelve? Sea por lo que sea, celebro esta unión y decisión de ir a la par en el camino del arte. Mis oídos siempre bendecidos con lo que me ofrecen. Ella, Isol, fue la vocalista de otra de las bandas argentinas más lindas (a mi gusto) y poperas, al estilo indie, medio indio, medio del medio, ni rock, ni pop. Desde entonces sigo su carrera y acompaño cada cosa que hace en lo musical. Ella es dibujante pero de sus libros no tengo mucha idea para no decir que directamente no tengo idea alguna, aunque acabo de decirlo.

Con mi iPod grabé sencilla y humildemente esta interpretación de la canción "Llueve":


Ellos estuvieron en la terraza del Malba (estrenaban el espacio ese día) en el marco de un ciclo literario llamado "Libro Marcado"donde se mezcla poesía, palabra, conexión a través del texto con música que relaja y permite la reflexión. La poesía y la palabra estuvieron bajo las alas de Máquina de Lavar, un grupo de seis chicas que crean colectivamente sus poemas y dejan el ego de lado al no ponerle un solo autor a sus creaciones sino el nombre del grupo, es decir, TODAS crean, TODAS son parte de cada letra que transmiten. Me pareció fabuloso como mensaje, esto de dejar de creernos el ombligo del mundo atribuyéndonos creaciones bajo el absoluto y único nombre que dice nuestro DNI o, en su defecto, alguna que otra identidad inventada (lo de nombre artístico pasó de moda y la moda nos identifica).

Las chicas de "Máquina de lavar"

Máquina de lavar ha lavado un poco mis ideas porque me lo permití y porque siempre estoy buscando reinventarme como artista, como escritor, como un simple tipo que se copa cada tanto frente a su PC a sacar cosas que van adentro. Yo fui a ver a Isol y Zypce sin saber que iba a encontrarme con una revolución de ideas pero con eso de dejarte llevar a veces me llevo bien. De toda esa mezcla de jabón en polvo más suavizante, ha salido este poema que quiero compartirlo con ustedes:

Comerme los sueños

La vista que me atardece siempre

Cuando sueño no despierto. 
Cuando despierto quiero sueño.
Tengo hambre, no hay comida, no hay vida. 
Hay huida, hay caída.
De sonidos me visto, de bajadas existo. 
¿Cuándo estaré listo?
Nada de lo que quiero es fácil. 
Nada de lo fácil lo quiero. 
No sé lo que quiero.
Me pierdo en un agujero.
En lo profundo me veo sin ropa. 
Correría libre con el pantalón en los hombros.
Correría libre con la remera en los pies.
A los lugares a donde quiero ir siempre hay gente u otros llegaron antes.
Arriba viven los que amo, abajo hay otra parte. 
Acá, donde me ven, está lo que queda.
Soy de acá pero no de allá, soy de acá y digo siempre que también de allá. 
Soy de donde estoy.
Elijo el día, mato a la noche, emborracho a la tarde y drogo a la mañana.
Voy siempre arriba de patines con ruedas de manteca. 
Preferiría tomar vino en una Iglesia.
Ya no hay sexo, no hay cuerpo, no hay sangre ni bombeos. 
Hay latas conservadas en mi alacena sucia.
Me vino a ver la muerte, la traté bien, le dije cosas lindas y se fue. 
Sé que va a volver y no la espero, tampoco la olvido.
No quiero irme y tampoco puedo quedarme. 
No quiero estar en tus manos y tampoco puedo evitarlo.
Soy hombre, tengo pelos, olor. 
Me gusta la naftalina, la nafta y odio la nata.
Para volver a lo profundo necesito estímulos que cambian de color.
La decisión es de la emoción.
A veces verde, a veces azul, otras blancas pero rosadas nunca. 
Con lo rosita que soy.
Aparece, desaparece, me busca, me apabulla. 
Lo odio, lo quiero, lo extraño, lo aborrezco. 
Lo más triste de la vida es no cosechar tu siembra.
Lo más triste de la vida es no comer lo que te cocinaste.
Lo más triste de la vida es que te saquen de las manos los dedos.
No hay Dios sin diablo, no hay amor sin cuerpos, no hay arte sin bondad.
Me deseo vivo, con ganas de estar. 
Me quiero bien, con el ánimo capaz.
Me quiero siempre con un lápiz listo.
Le digo chau, te digo chau. 
Te mato en silencio y te entierro a los gritos.
Amanece, empieza, sale el sol, salgo yo.
¿A quiénes haré feliz? ¿Quiénes me servirán de cohete?
No tengo útero pero sí instinto.
No tengo ovarios pero sí los imagino.
No tengo trompas de falopio pero quiero parir vida.
No tengo claro qué vida tengo, sí qué vida quiero.
Me entierro, resucito, aparezco en tus rezos, en tu culpa y en tu conciencia.
Me analizo la sangre para despejar dudas. 
La llamo a ella para contarle que pasó.
Ahora ya no quiero más que justicia para el alma y alivio para el ardor de mis penas. 
Ahora quiero aire.

Martín González Robles.-
15 de diciembre de 2012.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Mi paso, el mío

Este texto lo escribí hace ocho años pero lo particular es que pasó el tiempo y siento lo mismo que en aquel momento, como si fuese una especie de pergamino personal y atemporal. Les comparto mis emociones:

Tengo que escribir. Siento que tengo muchas cosas en la cabeza pero me es muy difícil intelectualizarlas. Tengo que hablar de la muerte, del dejar de existir. Tengo que encontrarme con la sensación de desaparición, de esfumación perpetua. 

Nadie puede hablar de lo que no conoce. Se puede hablar, hablar y hablar pero yo, en lo personal, termino cayendo en in-conclusiones, en emociones encontradas, en un llanto contenido, con un nudo en la garganta, muy entumecido, muy triste.

Es profundo, nadie nos enseña nada. Alguien que no sé quién es nos mandó a este espacio, a este momento, a sentir, a vivir. Alguien no se percató del desastre, del sentimiento de amor que tenemos algunos desde que tomamos conciencia que la vida era vida y que puede ser muy interesante intensificar los pasos. 

Me muevo por olor, me llevo a mí adonde voy, me cuido y me destruyo. Soy vital, huelo a humano. 

Parece que el derecho a saber que fue y será de nosotros, se nos está totalmente negado.

Cuando logro mirarme y entenderme puedo quererme y no quiero desaparecer, no quiero dejar de ser. Quiero conservar mi esencia, ¡qué me la dejen por favor!

Me siento observado por algo que no veo, por un ojo sabio.

Sigo viviendo, me sigo encontrando con gente y me sigo relacionando desde la vibración. No me niego a nada... no me niego.

Tengo que empezar a sentir que la muerte puede pasarme, tengo que prepararme para perder todo y ser solo un cuerpo físico que algún día pasó por la tierra y dejó abrazos.

Me contengo para no llorar porque sí, porque no me quiero morir, al menos morirme pero encontrar todo lo que quiero después de eso, encontrar mis sentimientos, mi yo mismo.

¿Es cuestión de saber?, ¿de asumir aunque cueste?

La cordura la puedo mantener, sí, seguro que sí, pero porque vivo entre gusanos, porque las veredas se baldearon con respeto esta mañana. Pero… hay algo que no…. algo que… no, no puedo verlo, intento pero… ¿a ver? No… es en vano, definitivamente no puedo.

Quisiera modificar absolutamente todo lo que esté a mi alcance para ese momento, como por ejemplo: “no flores”, “no velas”, “no llantos”, Y quisiera que: “no me traten mal porque estoy indefenso”, “no me miren con desprecio”, “no sientan asco de mí”, “abríguenme porque sufro de frío en los pies”, “limpien mi casa”, “despídanse de mí por favor”, "cremen mi cuerpo", “recuérdenme, no siempre, pero háganlo”.

Necesito respirar después de acercarme a la muerte, me vuelvo vulnerable, me da miedo.

No quiero perderme de las cosas, ¿porqué soy tan descuidado a veces?, no lo entiendo. ¿Por qué no lloro con frecuencia? ¿Saco todo o me lo guardo? ¿Cómo hago que mi vida tenga sentido y valga la pena?

La toma de conciencia es lo que cuesta, a nadie le gusta sentir que un día no seremos más. ¿Vivimos en una mentira o preferimos disfrutar antes de pensar en morir? ¿Está mal pensar en que todo se acaba?, pero sí es verdad, ¿¡por qué cuesta tanto!?

El momento está por llegar, cada segundo es como el último, ¿pero cuál fue el primero?, parece que no me percaté.

Es una pena no volver a vivir para cambiar todo, pero no quiero ser absurdo, no quiero ser tan metódico, solo quiero vivir, ¿acaso no se nota?


Martín González Robles
27 de Julio de 2004