viernes, 9 de agosto de 2013

Los amantes pasajeros

Ayer, 08 de agosto de 2.013, se estrenó en Argentina la última película de Pedro Almodóvar, "Los amantes pasajeros". Mi alma de fan se puso más inquieta que de costumbre (cuando mi alma de fan habla, no hay nada que la calle) y no aguanté a esperar el fin de semana o a otro momento que mi cuerpo tenga la suficiente energía y un día menos cargado de cosas para ir a verla, no, fui el mismo día del estreno al cine. Cuando Almodóvar estrena una película suya, hay fiesta, celebración, comunión de emociones, arte y pura cháchara teñida de puro entusiasmo. Y fui.

He de reconocer que frente a un director como él, la objetividad se me toma licencia, se me toma un 'break', se me va a Café Martínez (planta baja del Village Caballito) y quedamos en la sala mis ojos brillosos y la historia que comienza, y que transcurre, y me atraviesa, y me hace feliz. No creo que tenga nada de grave amar tanto el trabajo de un director. Y sin medidas, aparte.

Afiche oficial de "Los mantes pasajeros", 2.013

La película es una comedia con olor a tragedia, muerte, sexo, suspenso, delirio, excesos, oscuridad, cruce de personajes e historias, situaciones y mucha homosexualidad, cosa que me encanta; no sería lo mismo sin personajes que dicen ser una cosa cuando en verdad son otras, y la sexualidad de las personas siempre deja al descubierto los rincones más oscuros, si es que no le echás luz a tu identidad. Lo que más me gustó de esta, en particular, es que en su gran mayoría transcurre en un mismo lugar y un solo tiempo, el avión en pleno vuelo e intentando solucionar un problema técnico en el tren de aterrizaje. Dos técnicos que, por hablar de sus vidas en pleno trabajo, cometieron un error fatal y no deja que el avión aterrice. Esos dos técnicos son ni más ni menos que Penélope Cruz y Antonio Banderas. Sus papeles rozan la nada, pareciese un favor que los actores le hicieron a su amigo, el director. Podrían haber sido, tranquilamente, dos anónimos. Pero ellos son ellos y tiñen a la película de gala, cual Hollywood. Javier Cámara es un actor demasiado sensible, transmite con su cuerpo cualquier emoción, me traspasa. Cecilia Roth, ya madura, muy bien adaptada a la historia, a su cuerpo, a su imagen y a su realdiad. Lola Dueñas brilla, es una actriz fantástica, de lo mejor que tiene la película. Otro aspecto positivo es su tiempo, dura 90 minutos, lo justo y necesario. La música de Alberto Iglesias cala hondo, es evidente que conectan perfectamente y el músico sabe adaptar su arte a las historias.

Martín G.R.-