martes, 27 de diciembre de 2022

Dije (videopoema)


En la voz de mi queda Emilce Loiero les comparto "Dije", un videopoema dedicado a mi entrañable hermana Maisa.


viernes, 16 de diciembre de 2022

ROTO, mi desbalance


Este año me rompió un poco todo. Me sacó ilusiones, me dejó sin nada, casi como desnudo frente a esta cosa que llaman vivir. 

Malas noticias, noticias pésimas, dañadoras, irreconciliables, irreparables.

Hice cosas mal, pude evitarlas, ya es tarde, ojalá esto fuese un retorno.

Es que no estaba para tener un año así con un sistema emocional y una arquitectura psicológica tan frágiles, tan endebles, tan chiquitas, invisibles.

Se supone que frente a lo que no podemos manejar no podemos hacer mucho, pero mi cabeza intenta hacer algo para controlar lo incontrolable y se me va, la cabeza se me va, se me sale del cuerpo, viaja a la velocidad de la luz a espacios inhabitados, solos, sombríos, sórdidos, entre cosas tenebrosas, babosas.

No me siento bien, no estoy bien. Nada está bien. ¿Tanto como nada?

Capaz por eso me dispongo a escribir, porque siento que mi estabilidad mental está en peligro: el espacio que ocupo en la vida se está volviendo cada vez más chico, tanto que no quepo ni yo.

Es que no me habito solo, el espacio que necesito es para revolcarme ahogado entre lo que me atormenta y el aullido de una solución para terminarla ya con tanta mierda.

Si no hablo ¿no siento?, ¿no existo? ¿Adónde va a parar mi intento por vivir en el mundo que quiero?

Me pregunto si importo, si estoy pronto, si soy un tonto o un merecedor de cada sentimiento negro sentido.

Estoy desorganizado, perdido, angustiado, extasiado, asfixiado, asomado por un muro marrón sin hacer pie.

¿Está en mis manos?, ¿depende de mí?

Siento que tengo razones, objetivos, veo luz y alguna estrella luminosa estallando en mi celular, pero no es suficiente porque no está en el decir, ni en el horror, la solución de nada; está en el hacer y yo sigo esperando para hacer, porque no hago nada, no alimento mis pasiones, no desordeno mis bases, tomo mate amargo y me hago tantas pajas como me hagan olvidar de accionar.

Olvidar es imposible, comprobadísimo. Acá la condena es clara: existir con poca claridad y con un fuego que quema sin esperanzas de arder, de desaparecer.

Algún que otro día lloro, otro que tanto río. Es que para llorar hay que explicar y para reír un poco hay que morir.

Estoy acá y un poco en el más allá, no estoy en ningún lado porque tampoco nadie me asegura jugármela (ni yo).

Es que solo no puedo, también quiero decir.

Estoy sin estar. Habito sin habitar y no existen garantías: esto es un salto al vacío y que salga como salga.

No pido clemencia, ni compasiones bonificadas, pido que me traten con el debido cuidado, sin el indebido maltrato a semejante marea derretida.

Vivo con drama, sí, pero no mendigo un antagonista a mi responsabilidad individual.

El aire corre por esta habitación como haciéndose el bueno, como si el verano no se vaya a poner fulero, bravo y a prender más que dos fogatas mentales por noche.

Pero hoy quiero creer que ese aire que me recorre los dedos, mientras esculpo este texto, algo de alivio me va a traer, porque soy confianzudo e inconsciente.

Porque no me interesan las formas, me interesa querer y que me quieran.

Querer bien, abrazar con amistad profunda y volver siempre al principio del amor, como un amor que marca la línea de comienzo de todo. Un amor que trae un mensaje: “sin mí nadie va a poder”.

Estoy sensible, roto, hecho una compota salada, desgastada, desconfiada.

Y es viernes, y respiro; hay claridad en el cielo y mis auriculares inalámbricos son tiernos y sostienen la carga de su batería para no quebrar la alquimia de escribir.

Mar.-