domingo, 21 de julio de 2019

Cuando el cuerpo se me va


Desde hace un tiempo a esta parte mi cuerpo se me fue, sucedió un efecto de desconexión entre él y yo, perdí el control; mi cuerpo empezó a controlarme a mí.

No tengo muy claro el origen de ese momento, solo sé que pasó, que estamos andando distintos caminos.

Mi cerebro, mi corazón y mi panza no están en sintonía, están cada cual por donde quieren estar, pero no juntos, a pesar de que entre todos convivimos.

El reflujo, la acidez, una bacteria poderosa en mi estómago y un malestar constante hizo que todo se desbandara. Fue la largada, así empezó este infierno que no quema ni ardió del todo.

Hace poco menos de un año veo más a un médico que a mis amigos, a mis mascotas, a mi casa, a mi familia, a mí. Solo pienso en mí, en lo mal que me he sentido.

Me duele el alma porque a veces nada es claro, todo es oscuro y nublado.


Sé que existen cosas buenas, que pasan cosas lindas, que vivir es hermoso; sé todo, pero no lo veo. Pasa que hay algo un poco más simple y menos complejo: si me siento mal, solo pienso en que me siento mal y el resto, el resto es solo un puñado de asuntos pendientes de los que no me puedo ocupar.

Me conozco el Sanatorio Güemes de memoria, sé dónde se hacen las radiografías, las ecografías, conozco los quirófanos, el área de emergencias. Cuando voy a la clínica siento como si fuese mía, mi segunda casa, a veces la primera. Muchas personas llegan desorientadas porque no saben adónde dirigirse para determinados temas y yo, que no tengo nada que ver con el lugar y soy un paciente más, funciono como un guía que le indica a los dolientes adónde deben ir para curarse.

He aprendido quiénes y cómo curan dolores y sé dónde están cada uno. Tengo identificados a los consultorios y hasta a las caras de los profesionales. No sé si lo quise alguna vez, pero me pasó, me pasa, me está pasando.

En menos de un año me hice cuatro endoscopías, altas y bajas; han entrado a mi cuerpo por todos lados, me han sacado sangre y me han analizado hasta el cansancio. Y, sin embargo, a pesar de que todos los estudios me dan perfectos, sigo extraño, algo raro.

He bajado 20 kilos en poco tiempo, soy la mitad de lo que era. La ropa me queda grande, quedo grande en mis jeans, en mis remeras. Quedo grande.

Vengo acá a exorcizar y a hablar porque estoy vivo, porque me quiero sentir mejor, porque estoy cansado de este agobio constante.

Cada día que pasa empiezo a entender un poco más esa extraña relación que tenemos nosotros con nosotros mismos. Conocernos bien puede ser la clave para seguir adelante. Tengo 37 años y quiero más, mucho más: quiero mañanas de sol con mate hechos con yerba de yuyos, quiero música suave y algo de pop para levantar el ánimo, quiero escribir, hacer teatro, cine y salir con mis amigos, con mi perro; quiero recuperar las ganas de cocinarle a él, de olvidarme por un rato de los síntomas de mi cuerpo, olvidarme de mí y solo ser, solo vivir, solo existir. ¡Quiero tantas cosas!

El arte va a salvarme una vez más, pero antes he de salvarme yo.

Debo blindar mi energía en contra de los fantasmas que vienen a diario. Debería tantas cosas que sé que debería. Y haré lo que tenga que hacer.

Heme aquí y quiero seguir estando.

Mar.-

2 comentarios:

claralafe dijo...

que loco y que lindo al mismo tiempo..yo lo vivi de cerca. Como desapareciste fisicamente de un lugar que ocupabas muy presencialmente y de repente solo estabas esporadicamente...ojala termines de recuperarte pronto porque ese Martin que yo conozco es genial! Besos tq Clari

mariumack dijo...

ojala desaparezca esa bacteria y te sientas mejor Mar por favor !!! te quiero mucho!!!